Siempre el verano trae cosas agradables, poder sentir el relajo, el no tener que hacer cosas en forma obligada y quizás el que la ciudad se ve más tranquila es especial. Es cierto que no disfruto del calor excesivo y prefiero las tardes cuando ya refresca, entonces... mis pies toman cualquier rumbo para regresarme luego a casa.
Normalmente pensamos que pasarlo bien es estar siempre acompañados, pero eso no nos da tiempo para descansar, descansar de verdad y poder de paso ordenar ideas y planificar o proyectar lo que viene.
A veces aunque planifiquemos algo, no siempre el resultado es lo esperado, pero hacerlo también nos permite poder tomar decisiones y hacer cambios, ésa es la verdadera libertad, no es sólo dejar que las cosas sucedan, sino hacer que sucedan para uno.
Así es que, generalmente, no tomo vacaciones con el resto de la gente y aprovecho esos espacios silenciosos para respirar con más pausa, para dejar incluso cosas sin hacer, para dormir un rato más, pero en mi cama y para pensar en lo que me gustaría de veras hacer. Si lo hago o no , forma parte de las decisiones que elijo, pero no me altera, porque inmediatamente se abre un nuevo camino de opciones.
Entonces escojo ir o dejar de ir a un concierto, leer o no un libro, darme o no una ducha después de caminar por la tarde...en fin libertad en todo.
Marzo es otra cosa, ahí noto la diferencia, marcada la vida por horarios propios y ajenos, corriendo en busca de cosas tangibles e intangibles.
Mientras tanto,en este hoy que vivo, cerca ya de la medianoche, acompañada del silencio de la casa dejo correr los dedos por el teclado para acercarme a otros.
sábado, 6 de febrero de 2010
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