A raiz de la situación provocada por el terremoto y posterior maremoto, cada uno de nosotros se ha visto de una u otra forma tocado por lo ocurrido. Si no fué en forma directa, lo ha sido en forma tangencial a través del diario, la radio, las noticias o de lo que comentan todos en la calle. Es algo a lo que no podemos escapar.
Esta ruptura forzada de la "tranquilidad" provoca distintas reacciones que son respuestas a una crisis , algunas personas se pondrán más sensibles a cualquier movimiento, otras sentirán pocos deseos de moverse de su casa, algunos se expresarán angustiados sin lograr focalizar la causa exacta, porque lo que provoca angustia está en realidad en todo lo que nos rodea, la sensación generalizada de vulnerabilidad frente a la naturaleza.
Un niño, en forma natural, busca apoyo en un otro distinto que le proporcione seguridad, protección y confianza, pero, los adultos no nos permitimos reaccionar de la misma forma, se espera de un adulto que sea quien entregue la seguridad. La realidad además nos hace a todos diferentes y al no tener las mismas fortalezas ni conductas, frente a situaciones puntuales como un terremoto, algunas de nuestras reacciones adultas están dirigidas por los miedos internos, aprendizajes previos, actitudes heredadas y rasgos culturales aprendidos.
La sensación de vulnerabilidad se manifiesta en la necesidad de contención, de recibir afecto, de ser escuchado en sus miedos, de ser validado en sus temores, pero en la masa urbana, anónima, nadie se permite abrazar,escuchar o contener a otro que no sea directamente conocido o esté relacionado afectivamente de alguna forma.
El viernes antes de la teletón organizada para reconstruír Chile, movida por mi propia necesidad de ayudar a la distancia y de ayudarme para sentir que sí podía hacer algo, estuve en estación de metro regalando abrazos.
Al abrazar a extraños, llegaba a mi gente de Concepción, Talcahuano, Penco, Dichato, Coelemu, Lirquén, ya que soy de ésa zona, pero además me percaté, como en otras ocasiones que he realizado esta actividad, de la ruptura de la monotonía que provocaba mi actitud, algunos reían, otros pasaban leyendo mi letrero, algunos tomaban fotos y otros abrazaban, éstos últimos me confesaban su propia necesidad de sentirse abrazados y contenidos, pero yo también recibía, me llené de amor fraterno, de sonrisas y de una emoción distinta.
Los abrazos son mágicamente sanadores.
miércoles, 10 de marzo de 2010
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